domingo, 17 de agosto de 2008

La iglesia y los reinos germanos

La iglesia y los reinos germanos (siglo V-VIII)

El siglo V fue el de las invasiones violentas de los germanos. Estos irrumpieron en el Imperio y ante la incapacidad militar de defenderse, éste cayó fácilmente a manos de invasores. Los germanos se irradiaron por el continente europeo, ocupando distintos asentamientos dentro del territorio del Imperio, que más tarde conformarían los primeros reinos.
La iglesia fue la única institución del Imperio de Occidente que se mantuvo en pie. La población romana se cobijó en ella y así se transformó en la representante político-religiosa.
La presencia de la iglesia no evitó los robos y la violencia; pero sí entró en contacto y alianza con los reyes germanos para evitar males mayores. A fines del siglo V, la iglesia se había establecido con propiedad en la Galia y en Hispania.
Desde fines del siglo V, la curia romana había comenzado a desarrollar toda una doctrina política que definía lo que debían ser las relaciones entre Papas y Reyes. En 494, el Papa Gelasio enviaba una carta al emperador Anastasio (del Imperio Romano de Oriente), en la que se formulaban las bases de la tesis medieval de los dos poderes: la potestad real y la sagrada autoridad de los papas, que quedaba en un plano superior.
Del mismo modo, durante el siglo VI se produjo la articulación jerárquica del cristianismo occidental. En este sentido, destacó la figura del Papa Gregorio Magno (considerado el primer Papa propiamente medieval, que lo fue entre 590 y 604), quien transformó a Roma en patrimonio papal, lo que en el futuro sería considerado “Estado Pontificio”.

La iglesia bajo los Imperios Carolingio y Otoniano (siglos VIII-X)

La alianza entre la iglesia y la Monarquía germana tuvo sus primeros éxitos en Francia, especialmente en el inicio del siglo VIII, con la labor evangelizadora de San Bonifacio y con la derrota del ejército musulmán a manos del ejército franco dirigido por Carlos Martel en Poitiers (732). Incluso en 751, San Bonifacio consagró la coronación de Pipino el Breve, hijo de Carlos Martel e inaugurador de la dinastía carolingia.
El hecho de que fuera un miembro de la iglesia el que coronara al rey Franco, era un símbolo claro de la primacía de ésta sobre aquél.

Con el advenimiento de Carlomagno, la evangelización cristiana se unió a la idea de la conquista territorial del emperador, sellando así una idea largamente meditada por los pontífices romanos: la alianza entre poder temporal y poder espiritual, como fundamento de la expansión de la cristiandad.

Sin embargo, Carlomagno, aún antes de ser coronado como emperador en el 800, se sintió con el derecho de resolver problemas organizativos e incluso doctrinarios internos de la iglesia. Se construyó en el “defensor de la fe”, lo cual implicaba la intervención del monarca en la organización y en la doctrina cristiana.
Pero, tras la muerte de Carlomagno, y con la decadencia de la dinastía carolingia, intervención del monarca en asuntos eclesiásticos se apaciguó. Además, las invasiones normandas del sigo IX y la apertura de un segundo siclo de violencias e incertidumbres en el occidente medieval, produjeron un paréntesis en la relación entre reyes y papas. En el siglo X, con la consagración en Aquisgrán de Otón I como rey de Germania (936) y con el desarrollo de la idea de la restauración del Imperio, reaparecieron los conflictos entre el papado y la monarquía. Otón “el grande”, como se le recordó, cumplió un rolo fundamental en la pacificación de los territorios tras el paso de los normandos, lo que le permitió acrecentar los dominios de Alemania. Mediante una alianza matrimonial, Otón accedió a la corona de Italia (951) y más tarde socorrió al Papa Juan XII, producto de conflictos que éste tenía con la aristocracia romana. Al imponerse a ellos, Juan XII coronó a Otón I como emperador Germano-Romano (961).
Otón I, así como sus herederos, Otón II y Otón III, intervinieron con fuerza en los asuntos internos de la iglesia. Al principio moderadamente, los Otón se comenzaron a acostumbrar a la idea de intervenir en la elección del os papas y uno de ellos, Gregorio V, se convirtió en el primer papa alemán.
Los Otón quisieron instaurar un Imperio romano-cristiano universal, del que los papas y por encima de ellos, los emperadores, fueran los jefes desde su residencia común en Roma. Si embargo, al morir Otón III en 1002, la monarquía alemana entró en una lenta decadencia.



Oton I

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